Narrativa: ¿Cómo narras tu vida?
Las narraciones saturadas de problemas suelen convertirse, con el paso del tiempo, en la historia dominante de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, al querer sostener la coherencia de nuestro relato, buscamos reforzarlo y ajustamos el mundo a él.
Piensa en tu vida como un viaje.
Iniciar terapia es embarcarte en una aventura; una en la que el destino no está definido con precisión y la ruta no la puedes prever. Sí, no todo está bajo control, de hecho, es una invitación a soltar esa sensación de control y certeza. Pero no quiero espantarte, este viaje es a tu ritmo y acompañado. A medida que avanzamos, nos adentramos en otros mundos de experiencias y esos mundos no tendrán que ver con confirmar lo que ya sabes sino con rutas hacia lo nuevo que podamos aprender. Qué miedo, qué incómodo y qué emocionante a la vez.
Poco a poco, el territorio se amplia y dejamos de ver y creer que existe un solo camino, una única historia, soltamos la fantasía de la línea recta y entendemos que en el viaje hay diferentes ritmos, hay pausas, desviaciones, personas que se unen, personas que se quedan en algún punto del viaje y personas que te acompañan de por vida. Esto duele y, sin duda, no es un aprendizaje fácil. Pero es parte de un todo, compuesto de días felices que pasan y de días tristes que pasan también. Es una elección diaria, ¿quién quiero ser en este viaje?, hoy, ¿a qué elijo ponerle atención?, ¿a la velocidad, a la dirección, a la compañía?, ¿tengo prisa?, ¿para qué?, ¿para quién?, ¿soy capitán?, ¿soy copiloto?, ¿quién decidió la ruta?, ¿lo estoy disfrutando?
Hablarnos en el día a día es fundamental para conocernos
En palabras de Gergen, cuando uno habla se involucra en la construcción del mundo y de sí mismo (1). Para entender nuestras vidas estas deben ser narradas, ya que al relatar le damos significado a las experiencias. Sin embargo, lo que moldea nuestras vidas no son los hechos, sino las conclusiones que sacamos de ellos. Es decir, es el significado que atribuimos a los hechos lo que determina la forma en que experimentamos la vida y respondemos ante ella. Un mismo evento puede significar egoísmo o un acto de amor, pérdida o transformación, dependiendo desde dónde lo leas. Asimismo, en cada evento podemos atribuir motivos como “lo que hizo fue con intención de lastimarme” o atribuir una característica personal como “soy un fracaso” pero, ya que una narración no puede abarcar toda la experiencia, siempre hay más historias que contar o nuevas formas de contar la misma historia.
¿Cómo narras tu vida?
Las historias que nos marcan nos las creemos como verdades, las guardamos en la memoria permitiendo que nos definan y nos quedamos atrapados en ellas. Así, las narraciones saturadas de problemas suelen convertirse, con el paso del tiempo, en la historia dominante de nuestras vidas. Sin darnos cuenta, al querer sostener la coherencia del relato, buscamos reforzarlo y ajustamos el mundo a él.

Las narraciones saturadas de problemas suelen convertirse en la historia dominante de nuestras vidas.
Construimos historias que nos salvan en un determinado momento, pero se nos olvida revisitarlas con una nueva mirada.
Pasamos la vida protegiéndonos, aun cuando estamos fuera de peligro, defendiéndonos cuando nadie nos está atacando.
Nuestra mente escribe en silencio. Hay que hacerle preguntas.
Tenemos la responsabilidad de cuestionar cada verdad de nuestro cuento como un acto de amor y liberación hacia nosotros mismos y los demás.
Así, visibilizando y cuestionando, se dejan de aceptar como certezas muchos entendimientos sobre la vida y la forma en que la vivimos y pasamos de pensar en verdades absolutas a entender realidades transitorias y relativas. Aprendemos a mirarnos como seres inacabados, cambiantes y en constante transformación.
Experimentar una identidad separada del problema.
Desde la terapia narrativa se busca acompañar a la persona a llegar a este entendimiento:
“La persona no es el problema, el problema es el problema”.
Si me identifico con el problema y creo que no valgo, que no sirvo, que no soy querido, justifico el lastimarme o permitir que otros me lastimen. En cambio, si establezco distancia con el problema puedo relacionarme con él y este se vuelve susceptible al cambio.
¿Es el espacio terapéutico un contexto para confirmar lo conocido o es un lugar para explorar lo que nos falta por conocer?
La terapia narrativa, más que buscar resolver problemas, se interesa por acompañar a las personas a transformar su vida a través del fortalecimiento de historias alternativas, las cuales permiten crear nuevas identidades, nuevas formas de relacionarnos y nuevos futuros.

La terapia narrativa acompaña a las personas a transformar su vida a través del fortalecimiento de historias alternativas.
Cuando una historia dominante, saturada de problemas, se posiciona como historia única, congela la identidad de la persona dándole muy poco espacio para moverse.
Dar a la memoria un uso terapéutico nos permite acceder a nuestros recuerdos. Al revisitarlos volvemos a tocar heridas, sí, pero existen dolores que solo sanan al tratar la herida.
El espacio terapéutico es un lugar para hacernos preguntas que inviten a la reflexión, preguntas incómodas, que confronten, que clarifiquen, que exploren el contexto, preguntas que cuestionen nuestras creencias y generen nuevos significados. Es un lugar en el que constantemente “desinvitamos” a la vergüenza y en el que se crea un vínculo en el que las preguntas vienen desde una genuina curiosidad y aceptación incondicional, lo cual, permite que las respuestas que surgen sean honestas y, eventualmente, nos hagan quedar admirados por nuestra propia vida.
La vida es un viaje, cuenta una historia.
No somos una lista de eventos inconexos.
Cada momento estamos creando nuevos recuerdos.
Es nuestra historia; nuestra para vivirla, nuestra para contarla, nuestra para editarla y reescribirla cada que así lo queramos.
¿Qué historia quieres contarte hoy?

Mary Carmen Hernández
@marycarmenhdzm
Ref 1: Gergen, K.J. (2006). Construir la realidad. El futuro de la psicoterapia. Barcelona: Paidós.