Cerebro y conducta: ¿Es el cerebro el causante de la conducta?
“Si yo hubiese tenido el cerebro de Mozart…”
Hoy que es el día mundial del cerebro, te invito a que completes la frase que acabas de leer. Si quieres, puedes cambiar a Mozart por cualquier otra persona.
Algunas personas pueden pensar que si tuviesen el cerebro de Mozart, también habrían sido una figura mundial y de reconocido prestigio en el ámbito de la música, o en caso de tener el cerebro de Einstein, habrían sido premio Nobel…
Esto ocurre porque tendemos a pensar que el cerebro es el causante de la conducta, pero…, la cosa se complica si vamos un poco más allá.
Debemos tener presente que el cerebro es un órgano flexible y cambiante, que evoluciona a lo largo de la vida y se adapta a las particularidades de cada entorno.
La relación entre cerebro y conducta se ve afectada por aspectos tales como:
A) El ambiente. El entorno que nos rodea influye en el cerebro y la conducta. Por ejemplo, el ambiente modula el desarrollo de diferentes habilidades. Está demostrado científicamente que se establece un mayor número de conexiones sinápticas en individuos que se encuentran en entornos enriquecidos (que brindan más posibilidades de acción, permiten mayor aprendizaje y estimulan los sentidos) que en ambientes empobrecidos. Por otro lado, existen factores del entorno que pueden modificar el desarrollo del sistema nervioso. Un ejemplo es la desnutrición temprana.
B) Aspectos socioculturales e históricos. Si jugamos con el ejemplo que indicaba sobre “si tuviera el cerebro de Mozart”, es muy probable que nuestras conductas hubiesen sido muy diferentes a las de los genios en su época, y enseguida nos hubiéramos adaptado a nuestro contexto sociocultural e histórico, que sin duda es distinto al de Mozart, Einstein, o cualquier otra figura.
C) La filogenia. Nos referimos a la herencia de la especie que albergamos en nuestro cerebro. A medida que evolucionamos como especie, el cerebro va experimentando cambios para enfrentar las demandas del entorno. Ejemplo de ello son las tres capas de nuestro cerebro: una más antigua (capa reptiliana), una intermedia (capa límbica) y una externa (neocórtex), esta última es precisamente la que diferencia al ser humano de otros animales.
Tomado de: https://www.igi-global.com/chapter/allocation-of-information-and-technology-professionals-according-to-brain-structures/135775
D) La genética. La expresión genética va a dirigir cómo y cuándo se van a ir desarrollando las distintas partes de nuestro cerebro según la herencia familiar, y esto de alguna manera puede establecer variaciones como diferente sensibilidad a las recompensas, distintas probabilidades de emitir conductas, etc. Además de esto, si se da alguna mutación en los genes implicados, el proceso variará pudiendo ocasionar diversos trastornos.
E) La ontogenia. Nos referimos a nuestro desarrollo como individuo y a lo aprendido a lo largo de nuestra vida. Nuestro comportamiento actual está condicionado por experiencias pasadas. Estas quedan almacenadas en nuestra memoria y sirven como guía para emitir ciertas conductas y no otras. Por ejemplo, si hemos experimentado placer con una actividad en el pasado, actualmente tenderemos a repetirla.
En definitiva, existe una relación compleja e interdependiente entre cerebro y conducta. El cerebro recibe información e influencias externas e internas que permiten desencadenar las conductas más apropiadas en cada momento. Además, nuestro comportamiento conlleva consecuencias en el ambiente, que pueden experimentarse como positivas o negativas para nosotros. Dichas consecuencias nos hacen aprender y modifican la probabilidad de que esa conducta se repita o no. El aprendizaje alcanzado termina produciendo cambios a nivel cerebral, en concreto, en las conexiones sinápticas de nuestro cerebro.
De todo esto, se puede concluir que nuestro cerebro puede experimentar cambios debido al ambiente en el que nos desenvolvemos, y por tanto, influir en las futuras conductas.
Ángel Vergara
Referencias:
Carlson, N.R (2006). Fisiología de la conducta8ª Ed. Madrid: Pearson. pp: 2-3.
Matute, E. y Roselli, M. (2010). Neuropsicología infantil: historia, conceptos y objetivos. En S. Viveros Fuentes. (Ed.), Neuropsicología del Desarrollo Infantil (pp. 3). México: El manual moderno.
Tamayo, J. (2009). La relación cerebro-conducta ¿hacia una nueva dualidad? Revista Internacional de Psicología y Terapia Psicológica, 9(2), 285-293.