¿Qué es lo primordial en tu vida?
¿Tu coche? ¿El móvil? ¿La familia? ¿Tu salud?
Vivimos en una sociedad en la que, a nivel de salud, prima lo exótico, lo milagroso, lo fácil, lo inmediato…
Somos capaces de desarrollar tecnologías imposibles para diagnosticar o tratar enfermedades. Pero curiosamente, no somos capaces de cambiar la causa que está detrás de la mayoría de esas enfermedades de nuestra sociedad actual: nuestra alimentación y nuestro estilo de vida.
Imagen 1. Buenos hábitos.
¿Por qué le damos tan poca importancia a lo que se ha demostrado que es el principal factor para sentirnos bien y llegar a la vejez con una buena calidad de vida?
Probablemente nos metemos en una rueda de consumo.
Los profesionales sanitarios no estamos formados para valorar la importancia que tiene el estilo de vida. Solo pastillas, pastillas y más pastillas. Operaciones que, muchas veces, podrían evitarse, gasto sanitario y gasto farmacéutico desorbitado.
¿Por qué?
Quiero una pastilla y olvidarme de todo. No quiero esforzarme. No puedo, o no quiero, sacar 15 minutos para preparar la comida. No tengo tiempo para hacer 20 minutos de ejercicio al día.
Pero sí tengo tiempo para buscar en internet durante horas cuál es el suplemento que me va a prevenir las arrugas, o que me va a ayudar a llegar a la vejez con unos huesos fuertes. Siento deciros que no, eso no existe. Si quieres llegar a la vejez, y además llegar con una calidad de vida suficiente como para disfrutar, vas a tener que pararte y reflexionar. “¿Me alimento correctamente? ¿Hago ejercicio suficiente y adecuado? ¿Descanso bien por la noche sin necesidad de tomarme pastillas?” Desgraciadamente, la mayor parte de la sociedad respondería, NO.
Imagen 2. Consumo de pastillas.
¿Cuáles son nuestros valores como seres humanos? ¿Cuáles son nuestras prioridades?
La salud no se valora hasta que se pierde, y entonces suele ser ya demasiado tarde para solucionarlo.
¿Qué sociedad hemos construido? ¿Queremos seguir en la misma rueda?
Cuando te diagnostican una enfermedad grave, es posible que te pares a pensar en todo esto. “¿Y si hubiera hecho esto? ¿Y si hubiera hecho lo otro? ¿Y si hubiera dedicado un poco más de atención a mi alimentación y a mi estilo de vida?” Hazlo ya.
Los gobiernos dedican ínfimas cantidades a campañas de educación sobre alimentación, a que los expertos del campo nos expliquen por qué es importante comer bien, y qué debo hacer para comer bien. De nuevo, la necesidad de inmediatez de los resultados políticos hace que las propuestas se valoren como máximo a 4 años. Los resultados de una intervención de educación de la población pueden tardar décadas en llegar, pero esos frutos serán duraderos y merecerán la pena.
La industria de la alimentación nos come a nosotros. Nos meten sus productos por los ojos hasta el punto de que consideramos normal que el 70% de los alimentos que consumimos sean alimentos ultraprocesados, y no solo eso, que creamos que estamos cuidándonos comiendo alimentos 0% o light.
Las enfermedades prevenibles siguen en ascenso imparable y seguimos sin querer darnos cuenta de que la solución es sencilla y está en nuestras manos. Solo necesitamos un poco de nuestro tiempo para hacernos conscientes y tomar medidas. Ser nosotros quienes decidamos por donde va nuestra vida y no que los demás decidan por nosotros, porque estamos sumidos en una vorágine que no nos permite pensar si estamos bien o mal, si somos felices con lo que hacemos o si hay algo de nuestras vidas que podamos mejorar y cómo.
Imagen 3. Decisiones.
Tómate media hora. Piensa qué crees que podrías mejorar de tu estilo de vida ahora (alimentación, ejercicio, estrés, descanso nocturno…), apúntalo en un papel, y plantea acciones sencillas que puedas empezar a implementar desde ya.
Quizá para algunas de ellas necesites ayuda externa. Búscala, pídela. Tú decides en tu salud y en la vida que quieres tener ahora y dentro de unos años.
No hay mejor inversión que la inversión en nosotros mismos y en nuestra salud. Sin ella, no hay nada.
Sara Bañón Escandell, Médico especialista en Medicina Interna